Homily of Cardinal Justin Rigali
Hispanic Heritage Mass
Cathedral Basilica of Saints Peter and Paul
October 28, 2007
Queridos amigos: ¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy celebramos con gran alegría y orgullo la herencia hispana y católica. Yo quiero felicitar a todos ustedes, que año tras año vienen a esta catedral basílica para celebrar este gran día, dándole gracias a Dios en el nombre de Jesús, por todo lo que él hace por toda la comunidad.
El pueblo hispano es un pueblo de fe y de mucha esperanza; aun cuando las cosas no andan bien, este pueblo cree y espera siempre en la misericordia de Dios. Es ése el mismo Dios que nos dice: «Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos», y también nos dice:«No temas mi pequeño rebaño». Ésta es la promesa de Dios para todos nosotros, palabras que nos dan esperanza. Sabemos que Dios es un padre rico en misericordia y conoce muy bien lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros. Él escucha y reconoce siempre el llanto y sufrimiento de su pueblo.
Por eso las lecturas de hoy son mensajes muy apropiados de nuestro amado Salvador para su pueblo. Sus palabras inspiradoras nos hablan hoy y nos recuerdan a la comunidad israelita que andaba desorientada buscando la tierra prometida; continuamente desarraigada y condenada al destierro. Todo esto por su fe, lengua y costumbres. Pero ella encuentra consuelo y se reconforta con las palabras del libro de Eclesiástico que nos dice: «El Señor es un juez que no toma en cuenta la condición de las personas. Él no considera a las personas para perjudicar al pobre; él escucha la oración del oprimido. No cesa hasta que el Altísimo lo haya mirado, haya hecho justicia a los buenos y restablecido el derecho».
¿Cuantas personas reunidas aquí hoy en esta catedral basílica, en esta santa misa, entienden muy bien los pensamientos y sentimientos de los israelitas? Muchos de ustedes han experimentado lo mismo al salir de su tierra querida, dejando a su familia, su cultura y su país, buscando una tierra prometida en los Estados Unidos. ¡Que desafío en sentirse menos que los demás,... no siendo menos! –pero sentirse menos (al menos inicialmente) por falta de conocer el idioma, por no entender las costumbres, por las burlas cuando su práctica de la fe católica no es respaldada por la sociedad. La inseguridad, la duda, los desafíos —cuando la persona está tratando de seguir al Señor—no están limitados a los primeros israelitas que intentaron escuchar y responder a su Dios. Los sufrimientos de los que quieren practicar los valores, las enseñanzas, los mandamientos y bienaventuranzas de nuestra fe, no cesan. Ellos siguen hasta hoy día.
¡Son las palabras de Pablo a Timoteo que llegan a nuestros oídos—y a nuestros corazones! «El Señor en cambio, estuvo a mi lado llenándome de fuerza, para que la predicación del mensaje fuera llevada a cabo por mí, llegando a los oídos de todas las naciones... El Señor me librará de todo mal». Pablo le está diciendo a Timoteo, y nos dice también a nosotros, que—no importan las dificultades, no importan las heridas y no importan los malos entendimientos—el Señor está con nosotros aunque otros nos abandonen; el Señor nunca nos va a abandonar. Él conoce nuestras dificultades, nuestro llanto y sufrimiento. Es el mismo Jesús que nos dice; «Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos». Estas palabras nos llenan de esperanza. Sabemos que el ser humano juzga de acuerdo a los juicios humanos y a las aparencias. El pobre y marginado no siempre tiene voz, o tal vez no queremos escucharlo o nos hacemos los sordos. Sin embargo, Dios escucha la plegaria del pobre, del marginado o de los que sufren injusticias. Sus clamores no caen en oídos sordos; Dios les presta mucha atención, porque escucha con amor.
Mis amigos, el Señor quiere que nosotros, sus hijos, llevemos esta «predicación del mensaje a todas las naciones». ¡Nuestra fe no puede ser un secreto! Porque somos personas bautizadas tenemos la responsabilidad de proclamar nuestra fe llevando la Buena Nueva a todos los confines del mundo. Es urgente que prediquemos esta fe en oración, en acción y aun cuando nos sentimos muy cómodos o incómodos.
La población hispana crece cada día más y más. El Instituto Fe y Vida ha publicado estadísticas de un estudio hecho en el 2005, y dice así:
• ¡La mitad de todos los católicos en los Estados Unidos, de menos de 10 años son hispanos!
• ¡El 48% de los católicos en los Estados Unidos, entre las edades de 20 - 29 años, son hispanos!
• ¡El 44% de los católicos en los Estados Unidos, entre las edades de 10 - 19 años, son hispanos!
Este estudio además cita el porcentaje de sacerdotes que sirven a nuestras comunidades hispanas, en los Estados Unidos, y ellos hacen un llamado especial al papel de «la familia en la predicación del Mensaje». Como padres de familia, ustedes que están criando a sus hijos en esta cultura, tienen una tremenda responsabilidad de compartir el mensaje de nuestra fe, la que adquirimos a los pies de nuestros padres y abuelitos. Así también ustedes tienen que continuar esa rica tradición de transmitir esa fe a sus hijos. ¡Qué sean ellos capaces de defender su fe y su cultura que es parte de quiénes son como personas! ¡Qué nadie jamás los pueda separar del amor de Jesús!También yo les pido que les hablen a sus hijos del sacerdocio y de la vida religiosa. Estoy seguro que el Señor, mirando como su rebaño está creciendo grandemente, nos está llamando de este mismo rebaño, sus propias familias –jóvenes para servir como sacerdotes y religiosas. Tenemos que rezar por las vocaciones, como familia. Sabemos que la oración es muy importante, pero además de esto, tenemos que fomentar estas vocaciones dentro de nuestras familias. Es necesario que los jóvenes escuchen la llamada de Dios y que respondan a ella. Si esta Iglesia católica va a ser nuestro hogar, aquí en los Estados Unidos, tenemos que tener sacerdotes y hermanas religiosas de nuestras propias familias. Vamos a rezar y a trabajar para realizar la voluntad de Dios acerca de las vocaciones de nuestras familias hispanas.
Finalmente, quiero dejarlos con estas palabras para que contemplen y vivan esa fe tan grande que el Señor les ha dado. Ustedes son muy queridos por Dios; yo sé que muchos están pasando por momentos tristes y difíciles y es en esos momentos que Dios nos recuerda cuanto él nos quiere. ¡Él nos dice que, en los momentos más difíciles, él está a nuestro lado, caminando con nosotros.
Él nos recuerda en el Evangelio de hoy que el error del fariseo es el de ser «... un justo que no es bueno con los demás...», mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reino de Dios. Con su comportamiento el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y reclama ser oído por Dios.
Dios está con los que la sociedad ha dejado fuera; como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que a pesar de no haber tenido quién lo defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado dándole fuerzas.
Mis deseos para ustedes son que el Señor Jesús los bendiga siempre, y que su Madre, la Virgen María, bajo sus muchos títulos los proteja a ustedes y a sus familias.
Amén.