ARCHDIOCESE OF PHILADELPHIA

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Homilía del cardenal Justin Rigali
Servicio penitencial de oración y Via Crucis
Catedral Basílica de San Pedro y San Pablo
11 de marzo del 2011


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En la liturgia de la cuaresma la Iglesia ora a Dios con estas palabras:*Padre, este gran tiempo de gracia es tu don a tu familia para renovarnos en el espíritu. Tú nos das fuerza para purificar nuestros corazones, para controlar nuestros deseos, y así servirte en libertad+.

La cuaresma es, en efecto, queridos amigos, un tiempo para reconocer nuestros pecados, un tiempo para el arrepentimiento personal, un tiempo para pedir humildemente el perdón y la misericordia de Dios para nosotros y para todo el mundo.

Recordamos las palabras de la primera carta de san Juan, que acabamos de escuchar proclamadas a nosotros: *Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que él miente, y su palabra no estaría en nosotros+. (1 Juan: 8-10).

Al expresar arrepentimiento por todos nuestros pecados y los pecados de otros, recordamos una vez más la grave ofensa a Dios y el gran daño a las víctimas inocentes de la maldad del abuso sexual de menores, especialmente por los miembros del clero. A medida que yo expreso, en nombre de la Arquidiócesis, el renovado pesar por este mal infligido en los niños y los jóvenes, le pido a Dios que perdone a quienes han cometido este pecado. Le pido a Dios que nos apoye en nuestra debilidad humana mientras luchamos con determinación para hacer frente decididamente a este mal. Y pido a Dios que nos haga cada vez más eficaces, tanto en promover la protección de los niños como en abordar las acusaciones de abuso sexual.

Sabemos que la expiación de todos los pecados del mundo se lleva a cabo sólo por Jesús a través de su sufrimiento, muerte y resurrección. Por esta razón, nos juntamos esta tarde en reparación, dolor y esperanza, para acompañar a Jesús en el Via Crucis cuando él cae bajo el peso de todos los pecados. También acompañamos a sus hermanos y hermanas, víctimas del abuso, que como Jesús, cargan el peso de los pecados cometidos contra ellos. Reconocemos que sólo Jesús es el Salvador del mundo que tiene el poder para perdonar, para restaurar y sanar a todos nosotros. Amén.

 

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